La vanidad con­vive con nosotros. Hará un par de sem­anas leí en el Mag­a­zine de La Van­guardia un repor­ta­je sobre eso. Un estu­dio que recogía la revista afirma­ba que los humanos nos vemos más gua­pos de lo que real­mente somos.

El pasa­do sába­do estuve en Razzmatazz. En los ser­vi­cios prin­ci­pales hay un gran espe­jo hor­i­zon­tal que une los lava­bos para mujeres y para hom­bres. Ver eso es un espec­tácu­lo. Las tías colocán­dose las tetas, dán­dole vol­u­men al pelo, hacien­do mor­ri­tos al espe­jo. Los tíos recolocán­dose la ropa, miran­do a ver si se le mar­can bien los mús­cu­los, mirán­dose las ojeras. Y todo sin pudor alguno.

Es algo que me tiene fasci­na­do. No digo yo que una o uno no pue­da ser pre­sum­i­do, pero hac­er­lo así, tan abier­ta­mente, me resul­ta un poco obsceno, la verdad.

Quizás soy yo el rarito.

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